CARTA DE UN EXALUMNO
Escrito por Mar Moral, jueves 2 de febrero de 2017 , 19:29 hs

TAL VEZ MI HISTORIA TENGA ALGO DIGNO DE CONOCER

Mi nombre no es muy importante, tal  vez mi historia sí tenga algo digno de conocer.

Tengo 35 años y soy burgalés. A los 16 dejé de estudiar por diversos motivos y me puse a trabajar. Ni era más listo ni menos listo, ni más nada ni menos nada; simplemente en casa hacía falta el dinero y, para qué negarlo, la vida como trabajador, sin controles ni horarios, y con dinero en la cartera, se me antojaba más interesante, además en mi cabeza las chicas, los amigos y otras actividades llenaban mis horas en exceso. Era la época de bonanza económica además, donde dejabas un trabajo y a los dos días tenías otro encima. Con 16 años, además, podía aprender cualquier oficio. Asique....todo cuadraba! dejé 4º ESO a mitad y dos asignaturas pendientes de 3º y me puse a currar.

Al principio todo más o menos correcto; inmersión sin equipo de respiración artificial en el acuoso mundo laboral, primeros golpes de realidad por parte de empresarios sin escrúpulos y menos inteligencia emocional, contratos basura que, sin embargo, se sucedían uno tras otro sin problemas...y dinero calentito. Mientras mis amigos seguían estudiando yo ganaba 120.000 pesetas, que entonces era muchísimo dinero para un chaval, aprendía un oficio (o dos, que después de medio año de camarero me pasé a la carpintería por cerca de 6 años) y me desenvolvía en la vida adulta: vacaciones, carnet de conducir, mi primer coche, mis viajes con la novia, y un desahogo pecuniario que me parecía confirmar en mi "buena decisión".

Tras unos años cambio de curro; esta vez al sector servicios: 11 años en el mismo empleo, con una vida tranquila, sin sobresaltos, un buen dinero...y mi hipoteca! Tatachán!!!!!!!! Ya sabes, hijo; que por el precio de un alquiler pagas la hipoteca y "SIEMPRE SERÁ TUYO". Y ahí es donde la matan.

Seguimos, como decía: 11 años tranquilo, haciendo mi vida y esas cosas. Pero al final comienza a planear el fantasma del final del servicio que mi empresa prestaba, y yo me presentaba no ya con los 16 años con los que podía lanzarme a la piscina de cabeza, sino con unos 33 hermosos años que si bien los disfruto afortunadamente con suerte y salud, ya no eran los mismos con los que podía permitirme "lujos"; ahora tenía una hipoteca, un nivel de vida ( de obrero pobre-clase baja, pero nivel de vida que mantener al fin y al cabo) y un presión vital que no tenía cuando dejé de estudiar.

Me considero alguien muy analítico afortunadamente, y ya llevaba tiempo dándole vueltas a mi situación; era "vox populi" que nuestro curro tenía fecha de caducidad y tenía claro lo que tenía que hacer cuando se me acabara "lo bueno", y así fue, se acabó: la empresa nos despide, las trabajadoras y trabajadores la demandamos y comienza un periplo judicial que dura más de un año. Y al día siguiente...me matriculé en la Escuela de Adultos.

Cuando yo era chaval no existía la ESO, sino que, tras lo que ahora es 2º de la ESO, que antes era 8º de Educación General Básica (EGB), te daban un titulito que entonces nos parecía algo y que ahora ni para calzar la mesa me valdría: el Graduado Escolar. Asique armado con ese cacho de papel me lancé a la vida y confieso que me sirvió ...hasta que me dejó de servir. Las nuevas leyes, el mercado laboral ,la convergencia europea y un montón de cosas más nos llevaban a muchos y muchas como yo a enfrentar una situación terrible: no teníamos la formación mínima requerida (para 2018 tengo entendido que no podrás currar en nada sin ese Graduado en Secundaria), asique yo tenía claro que necesitaba completar mis estudios y por qué no! recualificarme como lo llaman ahora. Pero poco a poco. Chico sin estudios apenas llega a la Escuela de Adultos; nervios de los que segregan sudor el primer día, libreta nueva y boli nuevo, tieso como una vela sentado en un pupitre, mirando nervioso al frente, temor casi reverencial a la autoridad "profesoril", silencio sepulcral y móvil en silencio, noche sin pegar ojo pensando en mi "primer día" y puntualidad inglesa, vaya, que solo me faltaba llevar una manzana al profe.

Dado que nadie me paga puedo permitirme el lujo de ser honesto; desde que llegué el primer día al Victoriano Crémer (¿Habéis investigado en google quien era ese señor? Yo sí lo hice) sentí que empezaba una nueva vida, que me daba a mí mismo una nueva oportunidad largo tiempo postergada, que ese título me lo debía, y cuando comencé las clases...fue muy duro.

De siempre he estado por otros motivos, afortunadamente, rodeado de libros y documentos, ejercitando la cabecita y dando curro al sistema nervioso central, pero eran temas que yo elegía; estos no: raíces cuadradas, potencias, fórmulas matemáticas, memorizar partes de las células que ni me interesaban ni sabía que existían, formulas químicas que me producían noches de insomnio y un montón de cosas nuevas para las que pensaba que mi cerebro no estaría diseñado con 33 años para digerirlo. Mi mayor ilusión fue cuando, después de una explicación en matemáticas...descubrí que lo entendía! Mi profe, Guillermo, que no creo que fuera mayor que yo, se desvivía por explicarnos, con una calma digna de mejores batallas seguro, las matemáticas desde el ABC; jamás le descubrí una nota de impaciencia en la voz o una mirada de hastío o agobio. La materia que de chaval era árida, aburrida y que me producía pánico, ahora la aprobaba con nota. Permitidme que os señale ahora que no me considero ni particularmente inteligente, ni empollón ni nada de eso; de hecho le podía dedicar poquito tiempo a estudia porque las tardes las tenía llenas de otras actividades, pero descubrí un truco que me vino muy bien, que me permitía sacar la mitad del trabajo sin apenas esfuerzo. Lo compartiré con vosotros y vosotras. Allá va: mi truco consistía en...tatachán:  ¡mirar al profe! Solo eso, entraba a clase, ponía el móvil en silencio y escuchaba (que no oía) lo que me intentaban explicar con profesionalidad y vocación, que las profes y los profes de adultos son de otro metal, y creo que con eso tenía la mitad de la nota, porque lo conceptos me entraban por los sentidos y muchos de ellos incluso se quedaban. Como decía, pues: mi mayor satisfacción fue sacarme en 4 meses 3º de la ESO, con buenas notas, resarcirme de un error que cometí y regalarme a mí mismo una buena oportunidad. Para colmo me pude permitir el lujo incluso de intentar ayudar a algunos compañeros a aprobar sus exámenes de recuperación! (quien me lo iba a decir a mi).

4º de la ESO fue más complicado: conceptos más correosos (raíces bicuadradas, formulación química ...) pero de nuevo; unas profes esforzadas que hacían lo imposible no porque aprobaras, que también, sino por darte todas las oportunidades, bajando el ritmo para evitar rezagados, dándote ejemplos de posibles exámenes...vaya, que les faltaba ir a tu casa a ayudarte a estudiar. No puedo perder la oportunidad aquí de citar a Mar, la profe que me intentó desentrañar las matemáticas y con éxito: siempre recordaré con cariño sus atenciones como profesora, su esfuerzo y su manera de enseñar, sus coletillas (¡¿Quién se me ha perdido hasta aquí!) y su interés por formar mentes, dar oportunidades y contribuir a formar ciudadanos y ciudadanas conscientes.

La Escuela de Adultos/as es un pequeño limbo, un espacio de oportunidades, una salvedad dentro de un sistema educativo que, en mi opinión, no está diseñado para incluir tanta diversidad como la que existe. Creo sinceramente que, solo con motivación se tiene la mitad del trabajo hecho.

Me llevo algo de todos y todas: de mis compañeros y compañeras (con alguna de las cuales ahora estudio mi grado de FP), de Roberto, el jefe de estudios y persona de calidad humana y profesional, de los profes citados y de otros sin cuyo esfuerzo no habría logrado avanzar., de los compañeros de Secretaria, de tantos y tantas...

Ahora estoy matriculado en un grado de Técnico en Cuidados Auxiliares de Enfermería y me estoy preparando para una profesión que me encanta, y todo comenzó en la Escuela de Adultos hace 2 años...

 

 



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Comentarios
  • Guillermo el jueves 2 de febrero de 2017, 21:05 hs

    Hola, yo tampoco diré tu nombre, aunque te reconozco perfectamente en estas líneas, quizá, porque como tú empiezas diciendo, lo importante no sean los nombres, sino lo que transmites al contar tu historia. Lo que te ocurrió con 16 años claro que no fue un error, cada uno toma las decisiones que toma en el momento que las toma y con la información y situación del momento en que las toma. Pero el ejemplo, que afortunadamente representan las escuelas de adultos, de que siempre se puede uno enfocar de nuevo en lo que quiere, le gusta y desea, es inmejorable.

    No quiero dejar de transmitirte mi más sincero agradecimiento por tus generosas palabras, pero sobre todo por el conjunto de tu reflexión y el ejemplo que supone: "querer es poder", ¡qué rápido se nos olvida cuando algo nos cuesta o no nos gusta! Al menos para mí, tu historia ha sido digna de conocer, igual que el tiempo compartido, viéndote siempre dispuesto y con una sonrisa (a parte de leerte y comprobar lo bien que escribes).

    Te deseo todo lo mejor en los caminos que ahora se abren ante ti, y qué no es la vida sino eso, caminos que aparecen y/o que abrimos nosotros mismos y transitamos para aprender, madurar, acertar, equivocarse, reír o llorar.

    Gracias también por evocarme de nuevo ese tiempo y experiencias compartidas en el Crémer. La vida pasa tan rápido y nos tomamos, al menos yo, tan poco tiempo en saborear las cosas, que tu reflexión me mantiene con los vellos de punta.

  • David el lunes 27 de febrero de 2017, 23:32 hs

    Una historia muy digna y ejemplar.

    Te agradezco mucho que hayas compartido tu experiencia en el Crémer en relación con tu camino vital. El ideal de la Educación de Adultos es que cada persona que pasa por ella sea capaz, al finalizar su estancia adquiriendo el título deseaso, de coger el timón de su vida, en el océano bravo que es la sociedad española actual.

    Pero es que tú, además, has sabido captar el alma del Victoriano y la labor de la comunidad educativa que vuelca en la labor educativa y social. También has sabido compartir vivencias y aprendizajes con tus compañer@s, otro de los tesoros que ofrece el contexto educativos en la modalidad de adultos.

    Enhorabuena por todo lo que has aprendido y sentido, lo expresas a las mil maravillas. Cualquiera que te lea se dará cuenta que tienes la capacidad de seguir aprendiendo a lo largo de tu vida.

    Dice mucho de ti las bonitas palabras hacia los profesores que compartieron esas etapas de tu camino y suscribo todo lo que dices de Guillermo, MariMar y Roberto, grandes docentes y, lo que es más importante, personas.

     

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