Muchas gracias Efrén por plantear un tema tan interesante para la sección de la bitácora!

La palabra suspenso tiene varias acepciones en el diccionario:

Una es "admirado, perplejo". Esa me gusta mucho ya que indica sorpresa ante algo imprevisto y puede suponer el comienzo de algo extraordinario.

La otra es: "Calificación que no llega al aprobado en un examen o en una materia". Esta siempre es triste. Y lo peor es lo que esta palabra ha condicionado la vida de muchísimas personas. Te sonarán las frases: "Vacaciones anuladas porque has suspendido, te quedas sin salir los fines de semana, no vas a llegar muy lejos en la vida, vaya disgusto que nos acabas de dar,..."

Sin embargo, muchas de las personas que durante su etapa escolar suspendieron, han sido excelentes inventores, investigadores, fontaneros,, personas con un éxito profesional innegable.

¿Dónde radica el problema entonces?  Yo creo que a los profesores/as no nos han enseñado a valorar capacidades y nos quedamos en calificar los conocimientos adquiridos en cada materia. Y eso hace que se nos pierdan grandes talentos por el camino.

Eso no justifica a aquellos alumnos/as que no ponen de su parte  esfuerzo y la dedicación para adquirir unos conocimientos que le resultarán provechosos en su vida. Para todos ellos/as, siempre existe la "Segunda oportunidad". Acudir a los Centros de Educación de personas adultas y conseguir un título o una mejora de su formación que les hará sentirse orgullosos y les abrirá nuevas puertas.

Me parece curiosa esa acepción de "suspender" que comentas, entendiéndolo como "quedarte embelesado" en algo, ¿no?

Como dices en tu comentario, si solo nos guiásemos por una mala calificación de un profesor/a, la historia se habría perdido grandes talentos.

Es cierto que cuando nos encontramos un suspenso en nuestra vida, entendido (normalmente) en el sentido de obtener una calificación por debajo de 5 sobre 10, nuestra respuesta suele ser de perplejidad y sorpresa, que casi siempre se materializa a continuación en angustia y malestar. Habernos esforzado en conseguir unos objetivos, y que nos digan: “no los has conseguido”, nunca sienta bien, y puede ser fácil caer en el desánimo.

Sin embargo, considero que aquí entra en juego otra palabra importante que también admite varias acepciones: la resiliencia.

En ingeniería es muy conocida: se trata de la “capacidad de memoria de un material para recuperarse de una deformación, producto de un esfuerzo externo”. Resulta a su vez un valor indicativo de la fragilidad o la resistencia a los golpes del material ensayado.

La segunda acepción de la palabra resiliencia es más conocida en nuestra vida diaria, ya que se entiende como la “capacidad del ser humano para superar situaciones adversas, e incluso salir reforzado de ellas”. Pienso que la resiliencia llega a ser una capacidad innata del ser humano. A lo largo de nuestra vida se nos presentan momentos difíciles y situaciones complicadas. Un suspenso no deja de ser un “péndulo de Charpy” que mide nuestra resistencia a los golpes. Y ante dicha prueba, lo de menos es el suspenso. Lo más importante es la forma que tenemos de afrontar la situación. Y es que la actitud ante la vida condiciona nuestra felicidad diaria.