"Yo no quiero competir con los varones, quiero la mitad de todo. Quiero cambiar el orden completo, para que el orden completo prevea que es justo que nosotras tengamos la mitad de todo." (Amelia Valcárcel) 

 A estas alturas todos conocéis que hoy, el 8 de marzo, es el “Día Internacional de la Mujer Trabajadora”. En el Victoriano Crémer lo hemos conmemorado con una genial actividad propuesta por Amalia, en la que hemos investigado sobre diversas mujeres exploradoras en la Historia. La participación e implicación del alumnado ha sido un verdadero éxito y los murales resultantes de una calidad sobresaliente. Transmito el sentir del profesorado al agradeceros vuestro destacable trabajo. ¡Así se hace! Entre tod@s hemos engalanado las paredes del Centro.

Hemos tratado ya la génesis y extensión de esta celebración que cuenta ya con más de 100 años. No quiero volver a repetir lo mismo y voy a aprovechar esta simbólica fecha para agradecer y valorar a las mujeres de mi vida:

He de empezar por mi madre, por ser la que más ha trabajado por mí, desde que me alumbró y siempre desde entonces. Por todos sus esfuerzos para “sacar adelante” cinco hijos con amor y humildad, renunciando incluso a la existencia de su ser individual (aunque lo considere un fallo que ha tenido con ella misma). A ella le debo también, creo, mi más profunda sensibilidad.

De capital importancia, también, en mi interior es mi pareja, acompañándome, amorosa y lealmente, en este periplo vital, enseñándome muchas cosas de la vida real, preocupándose por mí en todo momento, confiando en mis posibilidades y perdonando todos mis defectos. Como profesional admiro su capacidad para enraizar en los corazones de sus otr@s niñ@s, sus pequeñ@s soñadoras/es, que inician su aventura escolar en un clima de tierna afectividad.

Continúo la valoración de mis féminas hablando de su madre, que es la mía también. Trabajadora donde las haya, ha ido salvando las tempestades de la vida, con gran valentía y sin rencores. Valoro su sempiterna ayuda y consejo, así como nuestra estrecha relación. 

Mis sobrinas, tías, abuelas (de las que no pude gozar de su cariño por sus prematuras muertes y mi tardío nacimiento), primas, cuñadas y resto de familiares.

Actuales compañeras de trabajo, os valoro por vuestra calidad profesional, por vuestro grado de implicación con el alumnado y por la ayuda desinteresada que me ofrecéis. También incluyo en la misma consideración a todas mis compañeras anteriores, de distintos sectores y de las que siempre he aprendido mucho, en lo laboral y en lo vital.

Amigas, las que tuve y las que tengo. Mujeres excepcionales que alcanzan todos los objetivos que se proponen.

No quiero acabar sin mencionar a mis alumnas actuales y anteriores (incluyendo a mis jugadoras). Refiriéndome a las primeras, he de decir que os admiro profundamente, en especial a aquellas que son capaces de superar un reto educativo en el escaso tiempo que les queda tras trabajar fuera y dentro de casa. ¡Chapó, bravo! Sois unas maestras de las que, alumnado y profesorado, debemos aprender.

Por último tú, mi querida Aurora, que te debates entre la vida y la muerte. Desde el origen etimológico de tu nombre estás predestinada a amanecer una y otra vez.

¡Fuerza! 

¡GRACIAS A TODAS!

 Os animo  a hacer lo propio, un elogio a las mujeres de vuestras vidas.